«El destino hay que seguirlo nunca traicionarlo» (Juan Belmonte, 1892-1962). Y no quise traicionarlo. Fue mi destino el que me llevó sin más a casa de José León. Es atravesar el portón de madera de su calle y ya todo torna en otro aire. El adoquinado de su patio, de macetas y azulejos, sus pesebres, sus antiguas cristaleras radiantes con sus recogidas cortinillas y sus paredes encaladas de la pureza de un blanco con aperos de labranzas que sus antepasados desgastaron en aquellos campos de viñas de su tierra bodeguera.
Me recibe, como es ley en su casa recibir a sus clientes y amigos, con los brazos abiertos y un abrazo. Pequeño y gran hostelero que regenta un mesón de arte, «Mesón «El Potro», lugar de reunión y tertulias de grandes figuras del toreo, ganaderos, jinetes y todos aquellos que en cierta manera amamos nuestras costumbres camperas buscando ese rinconcito que nos traslade, entre manteles y copas, a lo que un día fue, y es, nuestra tierra.
Cuando me siento con él en esa mesa junto a la chimenea , su voz profunda y su rítmica me arrastran sin poder resistirme a un estado casi hipnótico. Cada historia que me cuenta tan cierta en su voz trovadora parece una leyenda, un cuento. Te hace viajar a ese mismo lugar sin tan siquiera haber movido un solo dedo.
Torero, poeta, compositor…. Sin duda alguna el arte nació con él. Desde niño le envolvió ese velo. Fue bautizado en una misa de acción de gracia de un Rocío en su natal Villanueva del Ariscal. Su pasión desde que dio los primeros pasos fue el toro y el caballo. Aún recuerda aquel primero de nombre Taranto» el que ya perfilaba su compás, y como en las cuadras de casa, cuando aún no llegaba a un estribo, montaba en los borriquetes Quizás fue ahí, justamente, donde comenzó a «Galopar por los sueños».
Me cuenta que hay algo en su niñez, un recuerdo, tan curioso como el olfato, como en la esquina de casa esperaba a su tío Jacobo a que apareciera calle arriba con su yegua alazana de reata con una angarilla para repartir el pan con su sombrero de ala ancha y su eterno puro (menuda estampa, casi «ná»). Y era encima de aquel cerón donde, sentado mientras se comía una regañá, recuerda aquel olor que desprendía el pan y aquella yegua alazana. ¿Hay un olor más rico que ese?
P- Pero… ¿Donde nace el poeta?
R- Mi abuelo, que era muy sabio, cuando dejé de torear me dijo: «Cuando te presiona el arte, este sale por otro sitio. Tú estate quieto y no te preocupes de «ná», ya la vida te dirá el camino. Tú déjate llevar…». Y eso fue lo que hice. Quizás, aquel arte retenido comenzó a brotar y desarrollarse dentro de mí. Mi amigo «El Turronero» (que ya no se podía tener mas arte cantando que él), en una ocasión me dice: «José, Dios lanza poemas a los poetas. Si no los recoges tú, otro lo hará». Y, la verdad, es que yo no sé de donde viene, será así, pero en mí se agolpan esos sentires y los tengo que escribir. No hay más. Es necesidad de escribir. Es necesidad de hacerlo.
P- Entonces, ¿Cómo compones?
R- Cada maestrillo tiene su librillo, ¿no?. Un amigo mío donde mejor compone es en la playa, en esa tranquilidad. Y un día cogí mis cosas y me fui a Matalascañas, me senté allí y lo único que hice fue comerme un helado y saludar a gente… (risas). No conseguí mucho más. Soy de papelillos y notas. Lo mismo estoy aquí en el mesón con todo lleno de gente, se me viene algo y me voy corriendo al almacén a escribirlo. En otras ocasiones, estoy dormido, me desvelo y se me viene algo y tengo que levantarme a por lápiz y papel. A Manuel Pareja Obregón, le encantaban los atascos y a mí me pasa lo mismo, me encantan. Allí, parado, sin hacer nada, comienzo a marcar compás en el volante y me salen cositas. He echo grandes sevillanas en los atascos. (risas)
P- Y, ¿La música?
R- Hago las letras vestidas. No toco ningún instrumento. La mayoría de las veces las hago vestidas de música y letra. No sé como explicarte. Hay quien dice que eso es imposible, pero no sé, yo las hago así… (se pone a hacer compás con los nudillos en las mesa) (risas). Es como un galope…ta,ta,taá….ta, ta, taá…
P- «Cien pisadas hasta la Aldea». ¿En qué momento piensas en hacer un disco al Rocío?
R- Sandra, a mí me gusta vivir El Rocío de mis antepasados. Sus carretas de bueyes, mi caballo, el sonido y crujir de las carretas, sus amaneceres y atardeceres… El Rocío es una fuente de inspiración completa e inagotable. Un día Jaime Roldán me dijo: «José, discos del Rocío hay muchos, pero a la gente le gustaría que tú se lo contaras». Y eso hice. Pero, no solo musicalmente, el disco va acompañado de mas de 90 páginas ilustradas con fotos inéditas. Me gusta lo físico y lo defiendo porque las obras perduran en el tiempo. Me niego al pen que hoy ponemos en el coche, al igual que me niego a escribir y componer en un ordenador. Yo siempre seré de lápiz y papel. Me gusta beber de la pureza, pero siempre fiel a mi propio estilo. He bebido de grandes artistas de las sevillanas, cada uno con sus estilos inconfundibles; Los Marismeños, que las aflamencó; Romero San Juan, las modernizó; Manuel Pareja Obregón, las armonizó; Pascual Márquez, las lanzó al mundo; y Rafael de Estad, nos las susurró.Y así, muchísimos más, cada uno en su pellizco. «Dicen los gitanos que no les gustan los niños con buenos principios», y yo con este disco he trabajado y sufrido muchísimo, pero estoy muy contento con esta obra. «Los artistas vienen al mundo para hacer disfrutar a los demás y en ocasiones sufrir nosotros mismos».
P- Personalmente, ¿sabes cuál sevillana de «Cien pisadas hasta la aldea» me emocionó y me erizó su historia?
R- ¿Cuál?
P- «Este año jaca mía»
R- ¡Ohhh, bonita historia! Te voy a decir de dónde viene y cómo la hice: Estaba pasando por Lopaz cuando me encontré a un gran amigo mío que iba con su chiquillo delante también montado a caballo. Le dije: «Diego, ¿esa es tu yegua? – Y me contestó: «Esa misma. 23 años que tiene». Yo conocí a esa yegua con 4 años, preciosa y con una clase brutal, una mole. En una ocasión quisieron comprársela y lo tentaron bien, pero una noche pensó en cómo la montaban en el remolque y se la llevaban, y no pudo. No la quiso vender por nada. Y ese Rocío la llevaba su hijo, sin embargo, sería el último para su yegua. En ese momento, me entra el nervio, me pongo rebuscarme y me dice mi compadre Javier: «Compadre, ¿qué buscas ? – «Quillo, que se me ha venido algo a la cabeza y tengo que escribir». Como no tenía donde, cogí el pañuelo de tela blanco de la chaquetilla, me bajé del caballo, y allí, en el olivar de Lopaz, sobre mi montura escribí esa sevillana:
«Este año jaca mía es tú último camino, nunca la montó un amigo, nunca la montó otro dueño. Siempre viniste conmigo. Yo te llevaba en falsas riendas y ahora te llevan mis hijos. Mientras limpio la montura la contemplo en el «cercao». Se me vienen los recuerdos cuando era potra nueva por los llanos marismeños. Te afloran los 20 años, sigues derrochando clase. ¡Olé las jacas camperas! Que la Virgen te bendiga en sus ultimas arenas».
P- Esta historia me emocionó porque quien ha tenido un caballo toda la vida en casa sabe de ese significado.
R- Pues claro. Yo cuento la verdad, y la verdad es la que llega ahí, no hay más Sandra.
P- Con lo aficionado que eres al caballo y al toro, ¿por qué no le das a la garrocha?
R- Yo a la garrocha le tengo respeto. Veo, por ejemplo, a Luis Guardiola con la garrocha junto al ganado bravo y veo arte. El acoso nace en las marismas de la baja Andalucía del Guadalquivir porque en aquellos exteriores de campiñas no había otra manera de probar la bravura del ganado, o porque eran derribados para curarlos, sanearlos o tentarlos con esos caballos que no les pesaba. Cuando veo eso me traslado en el tiempo…
P- ¿Cómo ves hoy el toreo, la Doma Vaquera o el acoso y derribo?
R- Ignacio Sánchez Mejías dijo: » Si quieres saber cómo está tu país, solo tienes que asomarte a una plaza d toros». Pues todo, el acoso, los toros, la doma vaquera, la política… Todo está igual. Estamos en una época de confusión. En cierta manera, en un país dividido. No hay más. Pues están, como esta todo.
P- Tú, que eres defensor de la pureza, ¿crees que la Doma Vaquera se puede estar alejando de sus principios?
R- Creo que a la Doma Vaquera la están empujando a un camino inevitablemente. Lo que no sé es si se trata del camino correcto, o no. Aunque, no vamos a discutir la evidencia de que se está viendo empujada a otro camino.
P- ¿Cuál es la línea de caballos que más te gusta?
R- A mí me gustan los caballos «güenos». Recuerdo que Álvaro Domecq Díaz tenía un caballo de nombre Trianero. Era un caballo mediano, silleto, pero bastante bueno. Él buscó los orígenes de ese caballo, y eso lo llevó hasta un cuartel militar de sementales. Cuando llegó, había un cabo que al verlo se cuadró. Este último le dijo: «¡Hombre D. Álvaro!, ¿en qué le puedo ayudar?» – «Pues vengo a buscar al semental padre de un caballo de nombre Trianero». – Pero… D. Álvaro, no le va a gustar… – Y dice, que cuando lo vio salir, iba el borlón y el caballo por delante del cabo sacándolo de la cuadra y le dijo D. Álvaro: «A mí no me gustan los caballos feos, pero los prefiero menos bellos y más funcionales». A ese mismo caballo, D. Álvaro le echó yeguas y, finalmente, salieron caballos extraordinarios…
Y allí, seguimos esa mañana contando mil historias, algunas para nosotros y otras que me gustaría haceros llegar pero este artículo sería eterno… Aún así, antes de despedirme quise seguirle la pista.
P- ¿Y cuál será tú siguiente proyecto?
R- Siempre tengo entre manos muchas cosas, pero cada una a su compás. Para esta primavera tengo dos, a cada cual más importante. Cada una duerme en una habitación distinta de mi casa, y por las noches ambulo de una a otra.. Son dos pregones de romería. Uno, para la Hdad. de Coria del Río, y otro, para la Hdad. de Villamanrique. Creo que nunca en la historia ha habido un pregonero que dé dos pregones consecutivos en sábado y, a dos hermandades de tanto peso y solera como ellas. Seguiré componiendo letras para otras voces y, seguramente, en un futuro le brinde a «Galopando por los sueños» una segunda parte. Quizás, de todas mis obras es la única que no es una obra final.
El tiempo vuela sentada con él. He galopado por los sueños y por derecho. He visto cómo Dios ha repartido en mí esa suerte. José me ha llevado a su infancia donde he podido comprobar que «de casta le viene al galgo», y esta primavera, si la Virgen así lo quiere, me llevará en «Cien pisadas» hasta la Aldea. ¡Qué Dios te bendiga siempre, amigo mío, amigo nuestro! ¡No dejes de recoger esos poemas que Dios lanza a los poetas! ¡Sigue deleitándonos con tus sentires!… ¡Y que tu voz siempre sea melodía de nuestra tierra!